Abrir la mente de una mujer era igual que hurgar con una hoja afilada en la hendidura de una ostra. Para llegar a la perla hay que utilizar el instrumento adecuado; si es demasiado romo no surte efecto; y si es demasiado fino, puede partirse por la presión. Se necesitaba la hoja adecuada, y él sabía cuál.
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